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domingo, 15 de noviembre de 2015

¡No abandones! ¡Tú puedes! ¡Cree en ti mismo y el mundo será tuyo!

Gellinger, Pixabay

¡Qué día más hermoso estoy disfrutado! El primer día, después de cinco años, en el que realmente estoy libre y sin compromisos de estudios. Acabo de terminar el Trabajo de Fin de Grado, un día antes de la entrega, y me siento genial. Ahora tocará defenderlo a mitad de diciembre para terminar definitivamente la carrera del doble grado. Ha sido mucho trabajo, nunca había hecho algo igual, pero la idea de que pronto iba a acabar y la inestimable ayuda de mi tutora me dieron alas y fuerza para poder terminarlo. Cinco años de sacrificios y alegrías han pasado en un abrir y cerrar de ojos. Y a mí que me parecía inalcanzable llegar al final cuando comencé con los estudios. Ha sido duro. Duro porque estudiaba y trabajaba a la misma vez. Años en los que la familia, amigos y compañeros de trabajo ayudaban en lo que podían para que pudiera estudiar. Años en los que apenas dormía; años sin casi vida social... ¡Qué chica tan afortunada que soy por contar con tanta gente magnífica! ¡Muchas gracias a todos! ¡Sois fantásticos! Lo dicho, han sido años difíciles pero también interesantes y divertidos. Difíciles porque en más de una ocasión pensaba no poder seguir adelante, que era mejor abandonar. Pero no he tirado la toalla, aquí estoy porque sé que todo tiene su recompensa. Vale la pena, ¡seguro! A finales de año seré graduada en Traducción e Interpretación y habré hecho realidad uno de mis sueños. ¿No es fantástico?

Cuando era una niña quería ser enfermera para ayudar a sanar a la gente. La idea de jugar con un fonendoscopio y jeringuillas siempre me había atraído aunque me daban miedo las últimas porque había tenido una mala experiencia. Hace unos 40 años (¿realmente tantos?) había una profesión llamada practicante, un enfermero (normalmente habían más chicos que chicas) con sus despachos individuales donde recibían a pacientes que necesitaban curas o inyecciones. Primero tenías que ir al médico de cabecera que te prescribía un tratamiento. Si el tratamiento incluía inyecciones tenías que desplazarte al despacho del practicante para que te las pusiera. Para los niños, el practicante era el peor castigo. Recuerdo que en una ocasión necesité inyectarme antibióticos durante una semana y el practicante tenía que amarrar el cuerpo de esta niña de 10 años en la camilla para que no se escapara y subir el volumen de la radio a tope para que no se oyeran sus gritos y llantos. Realmente deprimente. Sin embargo, cuando esa niña se dio cuenta que mejoró en pocos días, era ella la primera en querer ponerse el tratamiento y ahora, solo es una experiencia más que ha guardado entre sus recuerdos como una lección aprendida. 

Otra cosa que me asustaba mucho eran los perros grandes. Mi madre solía mandarme los domingos a comprar el pan para el desayuno en la panadería de la esquina de casa. No me gustaba ir porque siempre había un can de raza boxer tirado en medio de la acera y tenía que rodearlo bajando a la carretera, del miedo que me daba. Hasta el día en que, más atenta a los movimientos del perro, no me fijé en la carretera y choqué contra un ciclista que venía a considerable velocidad. ¿Qué es lo que aprendí después de esta experiencia? Aprendí que si tu fijación está en lo que te asusta no puedes avanzar hacia adelante. Hay muchas cosas que pueden provocarnos miedos hasta que intentes sobreponerte, porque de todas las maneras lo vas a averiguar tarde o temprano. La vida nos ofrece muchas oportunidades increíbles para las que creemos no estar cualificados. Te aseguro que lo averiguarás y lo harás igualmente. Cree en ti mismo. Eso es lo que me ocurrió a mí un día, después de soñar con ser traductor. El día en que me centré en dar el primer paso contra el temor de no estar a la altura, gané la batalla. 

Superarse día a día es increíblemente saludable y refescante para la propia salud y el alma. Mientras bebo mi primer café de la mañana, sentada en el patio y en pijama, pienso en los  acontecimientos de este año por los que debo dar gracias. Me he dado cuenta de una cosa que parece destacar una y otra vez en mi vida: doy gracias por creer en mí misma. Esta cualidad es, por una parte, gracias a lo que soy y, por otra parte, resultado del apoyo por parte de mi familia, amigos y compañeros de trabajo durante todo este tiempo, desde mi niñez hasta la actualidad. Independientemente de dónde sale, es la característica que nos permite no solo hablar sobre la gratitud que sentimos sino también vivirla. Saber que nada funciona si no creemos en ello es uno de los pensamientos que debemos tener en cuenta constantemente. No hay nada imposible en la vida. Creeme. Cambiar las cosas está totalmente en nuestras manos. Si no estás contento con lo que eres o haces, cámbialo. Si no te gusta el trabajo que estás haciendo ahora mismo, cámbialo. Depende solo de nosostros sentirse satisfecho y feliz con un trabajo o una vida que nos agrade o importe más. Intenta descubrir cosas nuevas, proponte nuevos retos, nunca es demasiado tarde para ello y tampoco depende de las ideas, sueños, edad o circunstancias que puedas tener: si no crees en ti mismo, nada lograrás. ¡Piensa en grande! ¡Sueña en grande! ¡Haz que ocurra! Sabrás cuán lejos puedes llegar, si sigues tu pasión y nunca dejes de intentarlo (Lailah Gifty Akita). ¡No te rindas! ¡Tú puedes! ¡Sigue adelante! ¡Vuela! 


2 comentarios :

  1. Un post muy inspirador, gracias por compartir tus pensamientos :D. Los que hemos estado cerca estos años sabemos que has luchado y sacrificado mucho por llegar a donde estás, eres un ejemplo a seguir. Ahora toca disfrutar de un descanso muy merecido y de todo lo nuevo y bueno que está por venir. ¡ENHORABUENA!

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    1. ¡Gracias, mi niña linda! ¡No lo hubiera conseguido sin vuestra ayuda y apoyo! :) Es un honor teneros cerca. <3

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